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Cuba busca soluciones energéticas en China ante la escasez de combustible

El sol se pone en La Habana durante un apagón el 26 de junio de 2024. (Foto de ADALBERTO ROQUE / AFP)

Cuba atraviesa una profunda crisis energética, y China ve una oportunidad. Mientras La Habana lidia con una infraestructura en ruinas, una reducción de las importaciones de petróleo y una recesión económica de décadas, Pekín está interviniendo para llenar el vacío dejado por sus aliados tradicionales, Rusia y Venezuela.

El sector energético se está consolidando como el eje de esta nueva alineación estratégica y podría reconfigurar el equilibrio de poder en el Caribe, dominado por Estados Unidos.

A pesar de su tamaño, Cuba ha mantenido una presencia desproporcionada en la política global, desde la Guerra Fría hasta la actualidad. Hoy, bajo el presidente Miguel Díaz-Canel, el país enfrenta una transición interna de liderazgo y un cambio en las alianzas globales.

Con el apoyo de Moscú y Caracas cada vez más limitado, La Habana se está volcando hacia Pekín. El sector energético es la expresión más clara de este realineamiento.

La red eléctrica cubana al borde del colapso

El sector energético de Cuba está envejeciendo. Su infraestructura está completamente obsoleta y en mal estado, y el país depende en gran medida del petróleo para generar electricidad.

La crisis se ha intensificado para La Habana debido a la escasez de importaciones de combustible desde Moscú y Caracas, que alguna vez fueron los principales proveedores de Cuba.

Aunque Cuba ha avanzado algo en la diversificación de sus proveedores (notablemente con importaciones desde México), sigue siendo altamente dependiente de Venezuela y Rusia.

Para Rusia y Venezuela, el valor de su alianza con La Habana ha sido históricamente geopolítico, no económico. La solidaridad idealizada, junto con intereses estratégicos mutuos, ha sostenido esta relación. D

espués de todo, La Habana ha jugado un papel clave en la supervivencia del régimen de Maduro en Venezuela y ha sido un aliado incondicional del presidente ruso Vladimir Putin en el escenario global.

Una oportunidad en el Caribe

La situación actual ofrece una ventana de oportunidad clara para China. Dado que China no es un exportador de petróleo, no puede cubrir las carencias dejadas por Venezuela y Rusia. Sin embargo, cuenta con una enorme capacidad en la producción de paneles solares.

Para las empresas chinas que buscan deshacerse de inventarios excedentes y para los responsables políticos deseosos de lograr una victoria política en la región, ayudar a Cuba a transitar hacia energías renovables es una opción ideal.

La asociación energética entre Cuba y China ya es significativa. Actualmente, China está construyendo 92 parques solares que podrían sumar una capacidad total de 2.000 megavatios. Se espera que más de la mitad de esa capacidad esté operativa para enero de 2026.

Esta iniciativa es central para el objetivo de La Habana de alcanzar un 24% de energía renovable para 2030. Pekín también está proporcionando asistencia técnica para modernizar la red eléctrica cubana mediante la introducción de tecnología fotovoltaica.

Todo esto reduciría la dependencia de Cuba de las importaciones de combustible.

Moscú y Caracas marginados

Para Caracas y Moscú, este resultado representa un golpe estratégico en sus relaciones con La Habana. Aunque inicialmente se pensó que China y Rusia estaban colaborando en el sector energético de Cuba, la escala y la rapidez de la inversión china sugieren algo diferente: un desplazamiento silencioso de Moscú como el socio más importante de La Habana.

Esto ha sido especialmente evidente desde 2018, cuando Cuba se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, allanando el camino para una ola de proyectos respaldados por Pekín en la isla.

Un largo legado de maniobras estratégicas

La relación de Cuba con Estados Unidos siempre ha sido compleja. Desde la Enmienda Platt de 1901 hasta la revolución de 1959, pasando por la Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles, Cuba ha sido una constante molestia para Washington, mientras que el régimen cubano ha buscado fomentar el sentimiento antiestadounidense entre su población.

Ahora, en medio de las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, la asociación energética de La Habana con Pekín es vista en Washington D.C. como parte de una estrategia china más amplia para desafiar la primacía de Estados Unidos en el Caribe.

Ello, junto con las acusaciones de instalaciones o bases de espionaje en Cuba operadas por China, ha preparado el escenario para tensiones geopolíticas continuas, con la isla como uno de sus escenarios.

Para Pekín, involucrarse en la crisis energética de Cuba significa obtener otra posición estratégica en el Caribe, una que podría impactar significativamente las dinámicas de la región.

Para Cuba, el cálculo es más existencial. El régimen cubano está acostumbrado a relaciones de confrontación con Estados Unidos, pero aún está por verse si profundizar los lazos con Pekín tensionará aún más esa relación.

El régimen ha sobrevivido durante mucho tiempo alineándose con patrones poderosos. Pero esa estrategia requiere agilidad y autonomía. La pregunta es si Díaz-Canel y sus sucesores podrán mantener ese equilibrio.

Alonso Illueca es investigador no residente para América Latina y el Caribe de CAL