Por Jacob Mardell
La estrella de tres puntas de Mercedes-Benz sigue presente en la autopista en Iracemápolis, pero la antigua fábrica de automóviles alemana que está debajo tiene nuevos dueños desde 2021.
El fabricante chino de automóviles Great Wall Motors (GWM), nuevo propietario de las instalaciones, tiene previsto comenzar la producción este mes. La mayor parte de las ventas de GWM siguen correspondiendo a coches a gasolina, pero la nueva planta de Iracemápolis se centrará en los híbridos, con la producción del Haval H6.
La fábrica de GWM, que se está instalando en el corazón industrial de Brasil, en el estado de São Paulo, es solo una de las recientes inversiones chinas en los sectores de energía limpia que traen la fabricación al país sudamericano. Más al norte, en el estado de Bahía, el mayor fabricante mundial de vehículos eléctricos, BYD, ya ha comenzado la producción del primer auto de pasajeros eléctrico con baterías fabricado en Brasil, en una planta que anteriormente era propiedad de Ford.
BYD cuenta con otras dos fábricas en Brasil: una en la ciudad de Campinas, en el sureste del país, establecida en 2015, que fabrica chasis para autobuses eléctricos y módulos de paneles solares; y otra en Manaos, en el estado de Amazonas, que ensambla baterías de litio-ferrofosfato para los autobuses de BYD.
Tanto la planta de GWM como la de BYD montarán inicialmente los autos a partir de kits importados de China, pero el plan es aumentar gradualmente el número de componentes fabricados en Brasil. “A partir del año que viene, fabricaremos de manera local varios artículos. Necesitamos ser una empresa local, producir en Brasil, no solo para aprovechar los incentivos gubernamentales, sino para exportar a toda la región”, afirmó Ricardo Bastos, director de Asuntos Institucionales de GWM Brasil, en una entrevista con Dialogue Earth.
Las inversiones de GWM, BYD y el fabricante chino de turbinas eólicas Goldwind, que compró una antigua fábrica de General Electric en 2024, se alinean estrechamente con la agenda de reindustrialización “sostenible” del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
“La producción manufacturera es un tema recurrente en Brasil, pero esta administración está especialmente interesada en aplicar políticas industriales, por lo que hay mucho margen para ver con buenos ojos la inversión china en el sector manufacturero”, declaró Armando Castelar, coordinador de economía aplicada del Instituto Brasileño de Economía (IBRE), a Dialogue Earth.
En su visita de Estado a Beijing en mayo, Lula consiguió varios compromisos de empresas chinas para invertir en la fabricación de energía limpia, entre ellos el del fabricante de turbinas eólicas Windey para construir una planta de montaje en Bahía. Lula también regresó con un compromiso de 1.000 millones de dólares de Envision Energy para construir un complejo de combustibles sostenibles para la aviación, y un plan del fabricante de automóviles GAC para iniciar la construcción de una nueva planta de vehículos eléctricos en Brasil en 2026.
La cooperación energética entre China y Brasil no es nueva. En la década de 1990, China recurrió a Brasil en busca de conocimientos técnicos en ingeniería, y las turbinas de la represa de las Tres Gargantas se fabricaron en São Paulo. En la década de 2010, la dinámica se invirtió y China se convirtió en una importante fuente de inversión y tecnología para el sector energético brasileño.
State Grid, la mayor empresa de servicios públicos del mundo, ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la red eléctrica de Brasil. Entró en el mercado en 2010 y, tras una serie de adquisiciones de gran valor, comenzó a competir en subastas de energía. Utilizando la tecnología de transmisión de “ultra alta tensión” que desarrolló para salvar las grandes distancias en China, la empresa construyó dos líneas que atraviesan Brasil de norte a sur, y sigue construyendo algunos de los proyectos de transmisión más ambiciosos del país.
El petróleo se ha convertido en otro pilar de la cooperación energética desde la década de 2010. En 2009, la empresa petrolera estatal Petrobras obtuvo una línea de crédito de 10.000 millones de dólares del Banco de Desarrollo de China, lo que marcó el inicio de una relación que ha convertido a China en uno de los mayores acreedores y mercados de exportación de Petrobras.
La inversión china en energías renovables brasileñas comenzó con la energía hidroeléctrica, que sigue dominando el mix energético de Brasil. Desde 2015, China Three Gorges ha invertido más de 5.000 millones de dólares en adquisiciones y mejoras hidroeléctricas. State Power Investment Corporation siguió su ejemplo y pagó 2.400 millones de dólares por la represa de São Simão, en el estado de Goiás, pero ambas empresas se han reorientado hacia la región noreste de Brasil, rica en energía eólica.
Lula también regresó de Beijing con el compromiso de China General Nuclear de invertir más de 500 millones de dólares en un complejo de energías renovables en Piauí, también en el noreste, que se suma a la creciente lista de proyectos eólicos y solares liderados por China en la región.
Un aumento ‘notable’
Estas inversiones forman parte de lo que Claudia Trevisan, directora ejecutiva del Consejo Empresarial Brasil-China, describió a Dialogue Earth como un “notable aumento de los proyectos liderados por China relacionados con la sostenibilidad”.
Con un enorme potencial de crecimiento en sus ya importantes sectores de la energía solar, eólica y los biocombustibles, así como un enorme mercado eléctrico y una red que ya está compuesta en un 90% por fuentes bajas en carbono, muchos analistas se muestran entusiasmados con el futuro verde de Brasil.
“Brasil tiene el potencial de convertirse en un centro de energía verde, no solo para América Latina, sino para el mundo, y creo que China ve este potencial”, declaró Paulo Feldmann, profesor de Economía de la Universidad de São Paulo, a Dialogue Earth.
Al firmar la ley “Combustible del Futuro”, que garantiza la demanda de combustibles bajos en carbono, Lula prometió en octubre de 2024 que Brasil “llevará a cabo la mayor revolución energética de la Tierra”. Los funcionarios y ejecutivos chinos también se muestran optimistas. El director ejecutivo de Goldwind ha hablado de los “incomparables” recursos eólicos de Brasil, mientras que el “desarrollo verde” ocupó un lugar central en la cooperación entre China y Brasil el pasado mes de noviembre, cuando ambos países firmaron un acuerdo para alinear la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China con los planes de Lula para la Nueva Industria Brasileña y la Transformación Ecológica, a pesar de que Brasil ha seguido rechazando la adhesión a la iniciativa insignia de inversión exterior de China.
Sin embargo, los dos objetivos de la industrialización y la transformación ecológica no siempre coinciden, ya que el aumento de las importaciones supone un reto para las esperanzas de la industria manufacturera local. El año pasado, el sur global superó al norte global como principal mercado de exportación de paneles solares chinos. Mientras tanto, los mercados emergentes de vehículos eléctricos, como el de Brasil, siguen siendo pequeños en términos absolutos, pero están creciendo rápidamente y están dominados de forma abrumadora por las exportaciones chinas.
Ambas tendencias han sido positivas desde el punto de vista climático. En Pakistán, los paneles chinos baratos han desencadenado un auge de la energía solar a escala popular y, según Rodrigo Sauaia, director ejecutivo del grupo industrial brasileño Absolar, en Brasil se está produciendo un fenómeno similar: “Podríamos hablar de una transformación solar en los últimos diez años”, declaró a Dialogue Earth.
“A medida que el sur global busca descarbonizarse, la escala y la capacidad de China para suministrar tecnologías de energía limpia a bajo costo la convierten en un socio indispensable”, afirmó Aya Adachi, investigadora asociada del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores. Sin embargo, Adachi señaló que estos países no buscan simplemente importar productos. “Están adoptando requisitos de contenido local y aranceles para fomentar una producción con mayor valor añadido”, y añadió que “entre 2016 y 2024, alrededor de dos tercios de las medidas de defensa comercial mundial dirigidas a China procedían de países en desarrollo”.
Edgar Barassa, experto en movilidad eléctrica de la consultora Barassa & Cruz consulting, destacó los riesgos para la capacidad industrial local. “El desafío es que las empresas chinas, que se enfrentan a un exceso de capacidad nacional en vehículos eléctricos y baterías, tienen incentivos para exportar el excedente de producción o montar vehículos en el extranjero con una integración mínima”. En declaraciones a Dialogue Earth, advirtió que “si no se controla, esta dinámica corre el riesgo de consolidar un papel periférico para Brasil en la cadena de valor de las tecnologías limpias”.
Palos y zanahorias
En un intento por hacer frente a este reto, Brasilia ha combinado un arsenal de palos y zanahorias para traer la producción al país. Entre ellas, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) ha desbloqueado 300.000 millones de reales (54.000 millones de dólares) en créditos subvencionados en el marco de la estrategia “Nueva Industria Brasil”, mientras que el programa Mover, centrado en el sector del automóvil, ofrece créditos fiscales a las empresas siempre que trasladen su producción a Brasil y destinen una parte de su facturación a la investigación y el desarrollo nacionales.
En el frente defensivo, el gobierno ha restablecido los aranceles a los vehículos eléctricos, que aumentarán hasta el 35% en julio de 2026; ha vuelto a imponer aranceles a los paneles solares, que se elevaron al 25% en noviembre de 2024; y ha aprobado un aumento de los aranceles a los aerogeneradores terminados, que pasarán del 11,2% al 25% en enero de 2026.
En cierta medida, Beijing y sus empresas más importantes también se enfrentan a un dilema: seguir dependiendo de las exportaciones de productos chinos ultra competitivos o invertir en la fabricación local, apaciguando las demandas de inversión de Brasil y ayudando a convertir al país en una plataforma de lanzamiento para las exportaciones latinoamericanas.
“Soy cautelosamente optimista, pero el reto está en traducir los memorandos de entendimiento en proyectos de inversión que generen resultados socioeconómicos cuantificables”
“Brasil puede ser una base para la producción china destinada a la exportación a Sudamérica”, afirma Bastos, de GWM, “pero para ello debemos cumplir con muchas normas de contenido local”.
La preocupación por el “desequilibrio comercial” con los países del sur global es cada vez más frecuente entre los think tanks chinos. El académico Liu Hongzhong, por ejemplo, docente de economía en la Universidad Xi’an Jiaotong de Shaanxi, insta a “una cooperación económica y comercial más equilibrada y sostenible con los países del Sur Global”.
Según Adachi, “Beijing es consciente de las tensiones creadas por los crecientes desequilibrios comerciales con el Sur Global, pero, a diferencia de sus respuestas a menudo contundentes a las medidas comerciales de los países de altos ingresos, China ha evitado en gran medida tomar represalias contra los países en desarrollo”.
El conjunto de acuerdos manufactureros que Lula consiguió en mayo son una prueba de que Beijing está escuchando, pero aún está por ver hasta qué punto Brasil logrará captar más valor de la cadena de tecnología limpia de China.
“Soy cautelosamente optimista”, afirma Barassa, “pero el reto está en traducir los memorandos de entendimiento en proyectos de inversión que generen resultados socioeconómicos cuantificables”.
Celio Hiratuka, profesor asociado de la Universidad Estatal de Campinas, se hizo eco de este sentimiento: “Es demasiado pronto para saber si el gobierno ha tenido éxito”, declaró a Dialogue Earth. “GWM parece tomarse en serio la selección de proveedores y está apostando por el contenido local, pero creo que BYD todavía está probando el mercado; su estrategia podría ser posponer el momento en que necesiten [comenzar a] producir aquí en Brasil”.
BYD ha sido criticada por inundar el mercado con importaciones, incluso a través de su buque transportador de automóviles, el BYD Shenzhen, que es el mayor buque de este tipo en el mundo.
Bastos también admite que hay un límite en la medida en que GWM puede nacionalizar la fabricación de componentes importantes como las baterías. “Producir las celdas sería muy, muy caro, pero estamos hablando con proveedores sobre el montaje de baterías en Brasil”, afirmó.
“En cuanto a cuánto podemos esperar internalizar, es una pregunta difícil”, declaró André Cieplinski, del Consejo Internacional sobre Transporte Limpio (ICCT) en Brasil, a Dialogue Earth. “Pero incluso si no podemos internalizar todo el proceso de fabricación de baterías, si somos capaces de nacionalizar otros componentes, el resultado puede ser positivo para el empleo”.
Aunque Cieplinski afirmó que el banco de desarrollo brasileño ha sido muy importante para el desarrollo de la energía solar en Brasil, Rodrigo Sauaia, de Absolar, sugirió que el gobierno no ha ido lo suficientemente lejos en su política industrial: “Brasil es el único centro posible para la fabricación local de energía solar fotovoltaica en Sudamérica, pero para que eso se desarrolle, todavía hay algunas políticas en las que tenemos que trabajar”.
En referencia a los aranceles del gobierno sobre los paneles solares, Sauaia añadió que “en lugar de estrangular el mercado, sería mejor establecer políticas constructivas, utilizar el poder de compra del gobierno para crear demanda y establecer una política industrial sólida que incentive la creación de centros de fabricación en Brasil”.
La directora general de la Asociación Brasileña de Energía Eólica, Elbia Gannoum, se muestra más optimista sobre la situación de la industria eólica brasileña y el papel de la política gubernamental. “El gobierno brasileño ha realizado importantes esfuerzos para mantener activa la cadena de suministro local con la creación de empleo y para atraer la fabricación de turbinas eólicas al país”, declaró a Dialogue Earth, y señaló que “entre el 60% y el 80% de los componentes de las turbinas eólicas (incluidas palas, torres y góndolas) ya se fabrican en Brasil”.
“El gobierno va en la dirección correcta con su política industrial”, afirmó Hiratuka, “pero debe mantenerse firme ante la presión de las empresas chinas”. Además, destacó que el principal riesgo reside en los comicios generales que se celebrarán en 2026: “Todo podría cambiar con un giro político en las próximas elecciones”.
Jacob Mardell es analista, periodista y coordinador editorial con más de ocho años de experiencia centrada en China. Ha publicado su trabajo en medios como la BBC, Nikkei Asia, Foreign Policy, Politico y The New European, entre otros. Este artículo fue originalmente publicado en Dialogue Earth bajo la licencia Creative Commons BY NC ND.


