Es un momento álgido para la política en América Latina. En el próximo año, muchos países acudirán a las urnas para elegir nuevos presidentes.
En este contexto, una tendencia clara está tomando forma: en toda la región, las posturas de los candidatos respecto a China se están convirtiendo en un campo de batalla central en las próximas elecciones.
En Honduras, Bolivia, Chile, Costa Rica, Perú, Colombia y Brasil —países que enfrentan elecciones en el próximo año— los aspirantes presidenciales están intentando capitalizar la presencia de Pekín para obtener ventajas políticas, fortaleciendo sus posturas anti-China.
Pero esto es más fácil de decir que de hacer. Como demuestra el presidente de Argentina, Javier Milei, una cosa es pregonar una retórica anti-China durante la campaña y otra muy distinta es cumplirla una vez en el cargo.
Primeros indicios en Bolivia y Honduras
Las elecciones de Bolivia en octubre serán un campo de prueba para el factor China. Los dos candidatos, Rodrigo Paz y Jorge Quiroga, han prometido revisar un importante acuerdo de litio con una empresa china, con Quiroga, quien está más bajo en las encuestas, adoptando una retórica más anti-China para impulsar su popularidad. Aunque su desempeño depende de muchos otros factores, muchos observarán cómo funciona su enfoque anti-China.
Lo mismo ocurre en Honduras, donde los candidatos de oposición han expresado intenciones de deshacer los lazos diplomáticos formados con China. Honduras estableció relaciones formales con Pekín en 2023, cambiando el reconocimiento de Taiwán tras décadas de vínculos oficiales con Taipéi.
Los favoritos, Salvador Nasralla, exvicepresidente y miembro del Partido Liberal centrista, y Nasry Asfura, candidato del Partido Nacional, se han posicionado en el bando de Taiwán.
Mientras estos acontecimientos se desarrollan en Centroamérica, tanto China como Estados Unidos están posicionándose activamente.
A principios de este mes, Estados Unidos anunció restricciones de visas a ciudadanos centroamericanos que, en sus palabras, “trabajan con el Partido Comunista de China para socavar el Estado de derecho en la región”.
Días después, una delegación de parlamentarios hondureños de diversos espectros políticos visitó China para intercambios diplomáticos. El momento de ambas acciones subraya los altos riesgos de la influencia china en la región y los esfuerzos de Estados Unidos para contrarrestarla.
¿Nexo ideológico o herramienta electoral?
Aunque el sentimiento anti-China suele asociarse con candidatos de derecha en la región, el giro contra China entre partidos centristas como el Partido Liberal en Honduras y el Partido Demócrata Cristiano en Bolivia demuestra que ninguna orientación política tiene el monopolio de esta tendencia.
Chile ilustra esta incertidumbre. El país, que elegirá un nuevo presidente en noviembre, es una de las democracias más maduras de la región, alternando entre líderes de izquierda y derecha mientras mantiene estrechos lazos comerciales con China, incluyendo un acuerdo de libre comercio y asociaciones en minerales críticos como el litio y el cobre.
Dada esta historia, es difícil predecir cómo abordarán los candidatos presidenciales el tema de China: el favorito de derecha, José Kast, ha promovido durante mucho tiempo un compromiso económico pragmático, pero la tendencia anti-China en la región aún podría influir en la campaña de maneras impredecibles.
Si hay un país donde esta tendencia probablemente no surgirá, es Costa Rica, pero no por las razones que China desearía.
Bajo Rodrigo Chaves, San José ha reducido significativamente sus lazos con Pekín, incluso emitiendo un decreto presidencial que prohíbe el despliegue de tecnología 5G china.
Dado que el gobierno ha mantenido una postura generalmente hostil hacia China, la mayoría de los candidatos están alineados en este tema, y es poco probable que el debate se convierta en un punto de controversia importante en las elecciones de febrero de 2026.
Un escenario más favorable se encuentra en Perú, donde el Puerto de Chancay —el proyecto insignia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China en América Latina— y el proyecto del tren bioceánico Perú – Brasil beneficios económicos y comerciales significativos.
El entusiasmo en torno a estos proyectos asegurará un espacio para el tema de China en las elecciones de abril de 2026, aunque en términos más favorables para Pekín.
En contraste, Colombia ofrece un claro ejemplo de una postura de derecha impulsada ideológicamente contra China. Muchos candidatos de derecha han criticado las decisiones del presidente Petro de unirse a la Franja y la Ruta, adherirse al Banco de Desarrollo de los BRICS y forjar una asociación estratégica con Pekín.
Dados los lazos históricos de Colombia con Estados Unidos y su asociación con la OTAN, esta crítica probablemente resurja durante las elecciones presidenciales de mayo de 2026.
Finalmente, tenemos a Brasil. La actual ruptura de Lula da Silva con Donald Trump y el fortalecimiento de los lazos con Xi Jinping posicionan a China como un tema importante en las elecciones de octubre de 2026. La reelección parece probable para Lula, con su popularidad impulsada por su confrontación con Trump.
Mientras tanto, el heredero político de Jair Bolsonaro podría buscar adoptar una posición diametralmente opuesta a la de Lula, particularmente en temas relacionados con China, la membresía en los BRICS y los aranceles de EE.UU.
Retórica y realidad
A medida que China sigue siendo un tema destacado en las campañas electorales de la región, queda por verse cuánto de esta retórica se mantendrá una vez que los políticos asuman el cargo. Aunque muchos utilizan posturas anti-China para ganar ventaja ahora, estas posiciones a menudo dan paso a un enfoque más pragmático en el gobierno, como se ha visto con Milei en Argentina y Bolsonaro en Brasil.
Ver la cuestión de China a través de una lente electoral, especialmente en un momento tan trascendental en el orden internacional, ayuda a explicar por qué América Latina ha luchado por superar la dicotomía actual entre Estados Unidos y China.
En lugar de centrarse en la autonomía estratégica y protegerse contra la dependencia excesiva de cualquiera de las potencias, los debates políticos están dominados por una retórica vacía.
En un mundo definido por la rivalidad entre grandes potencias y el resurgimiento de esferas de influencia, el verdadero desafío para América Latina —y el sur global en general— es mantener la autonomía estratégica. Ahí es donde deberían centrarse, en última instancia, las discusiones en una democracia madura.
Alonso Illueca es investigador no residente para América Latina y el Caribe en CLA.




