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China se une a la Mesa Andina: Qué significa el estatus de observador de Pekín en la CAN

La canciller colombiana Rosa Yolanda Villavicencio (D), su homóloga ecuatoriana María Sommerfeld (C) y el embajador peruano Gonzalo Gutiérrez, secretario general de la Comunidad Andina (CAN), posan para una foto al final de sus declaraciones sobre la transferencia de la presidencia pro tempore de la Comunidad Andina, en Bogotá el 30 de septiembre de 2025. (Foto de Raul ARBOLEDA / AFP)

A finales de septiembre de 2025, la Comunidad Andina (CAN) otorgó a China el estatus de observador, marcando un nuevo avance diplomático de Pekín en un organismo subregional de América Latina y el Caribe.

El acceso a la CAN refleja una tendencia más amplia de la diplomacia china en la región, que va más allá de la cooperación con gobiernos centrales. Actualmente, los diplomáticos chinos buscan interactuar a todos los niveles, contactando con autoridades locales —ciudades, municipios y provincias— así como con organizaciones regionales y subregionales, tejiendo una compleja red de relaciones para fomentar asociaciones entre estados y conexiones entre personas.

La decisión de la CAN ofrece una clara visión de cómo China está profundizando su presencia en América Latina, no solo como socio comercial, sino como un actor diplomático proactivo y versátil.

La Comunidad Andina

Fundada en 1969, la CAN promueve la integración económica, política y social entre sus estados miembros —Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú— y cuenta con varios países sudamericanos, como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, como miembros asociados.

La CAN forma parte del “fenómeno de integración” de las Américas, que abarca desde América del Norte hasta el Sur, incluyendo el Caribe, con múltiples esfuerzos de integración y organismos multilaterales.

En Sudamérica, existen al menos cuatro iniciativas de integración basadas en líneas geográficas: la CAN, MERCOSUR, UNASUR y PROSUR.

Los solapamientos de membresía son comunes, con la mayoría de los países participando en múltiples organismos como miembros plenos, asociados u observadores.

Esta fragmentación del continente en subregiones permite a actores extrarregionales, como China, ser selectivos y estratégicos al interactuar con estos organismos.

La batalla por los espacios multilaterales

Durante años, América Latina y el Caribe han sido un escenario clave en la competencia por el reconocimiento diplomático entre Pekín y Taipéi.

Desde 2023, China desplazó a Taiwán del Parlamento Centroamericano, tras reconocimientos sucesivos de Panamá (2017), El Salvador (2018), República Dominicana (2018), Nicaragua (2021) y Honduras (2023).

A pesar de esto, los pocos aliados de Taiwán, especialmente Paraguay y Guatemala, siguen defendiendo firmemente la presencia de Taipéi en foros regionales mientras intentan bloquear el ingreso de Pekín.

Paraguay, como miembro pleno de MERCOSUR, UNASUR y PROSUR, ejerce un veto efectivo basado en el consenso, impidiendo que China se una a estos organismos.

Sin embargo, la CAN es una excepción: Paraguay solo es miembro asociado, lo que limita su capacidad para obstaculizar la participación de China.

La importancia de la CAN para China

Más allá del simbolismo diplomático, la CAN ofrece a Pekín una plataforma para avanzar en sus intereses estratégicos.

En los últimos años, China ha fortalecido lazos bilaterales con los cuatro miembros de la CAN, haciendo que el compromiso colectivo con el bloque sea un paso lógico.

Colombia, bajo el presidente Petro, está reconsiderando su alianza con Washington y muestra apertura hacia Pekín, especialmente tras recientes tensiones bilaterales con Estados Unidos, lo que facilitó la no oposición al estatus de observador de China en la CAN.

En Ecuador, Pekín otorgó un salvavidas económico a Quito en 2025, sumándose a años de cooperación. En Perú, el Puerto de Chancay, pilar de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, avanza pese a la inestabilidad política tras la destitución de la presidenta Dina Boluarte.

En Bolivia, con más de 20 años de relaciones cercanas con Pekín, la elección de Rodrigo Paz ofrece a China un respiro frente a la postura de Horacio Quiroga, quien buscaba cancelar acuerdos de extracción de litio.

El estatus de observador en la CAN llega en un momento clave, ofreciendo a China una herramienta valiosa para la diplomacia en la región.

La diplomacia multinivel de China

La composición de la CAN —cuatro estados con lazos cercanos pero distintos con Pekín— refleja la naturaleza multifacética de la influencia china. Su compromiso abarca dimensiones geopolíticas (Colombia), económicas (Ecuador), de infraestructura (Perú) y energéticas (Bolivia).

Esta diplomacia no se limita a capitales nacionales. A través de hermanamientos y acuerdos con ciudades, los diplomáticos chinos interactúan directamente con gobiernos locales, un nivel de alcance que potencias como Estados Unidos, Reino Unido, Japón o Corea del Sur suelen pasar por alto. Para China, estas relaciones descentralizadas son clave en su estrategia global.

A nivel multilateral, el enfoque de China va más allá de foros destacados como la OEA o el Foro China-CELAC. Organismos subregionales, como el Parlamento Centroamericano y ahora la CAN, son esenciales para consolidar su presencia en el tejido institucional de América Latina y el Caribe.

El Cuarto Plan de Acción Conjunto del Foro China-CELAC enfatiza esta ambición, promoviendo intercambios “a todos los niveles”, incluidos los regionales, subregionales y legislativos. El nuevo rol de observador en la CAN es una expresión concreta de este plan en acción.

Alonso Illueca es investigador no residente para América Latina y el Caribe en CLA.