Por Adjekai Adjei
Durante las últimas dos décadas, China ha pasado de la periferia al centro de la narrativa del sector energético de África.
Lo ha hecho con una escala, velocidad y alcance que resultan imposibles de ignorar. Sin embargo, a pesar de toda la atención que ha atraído, una pregunta básica sigue impulsando gran parte de la investigación en este ámbito: ¿cuánto está invirtiendo China realmente?
Responder a esa pregunta con precisión es sorprendentemente difícil.
Los bancos de políticas chinos, las empresas estatales y los inversores privados rara vez publican datos detallados, sistemáticos y desglosados sobre sus proyectos en el extranjero.
Los gobiernos anfitriones, a menudo sujetos a cláusulas de confidencialidad, también divulgan pocos detalles.
El resultado es un panorama informativo opaco donde los números concretos son escasos, los detalles de los proyectos están incompletos y la cobertura mediática a veces difunde cifras de proyectos abandonados o completamente ficticios.
Debido a estas lagunas, una parte desproporcionada de la investigación académica y de políticas se ha dedicado simplemente a establecer una base: recopilar conjuntos de datos, triangular múltiples fuentes y descartar afirmaciones falsas o infladas.
Aquí es donde una herramienta como el Rastreador de Energía China-África del Proyecto China-Sur Global resulta invaluable.
Va más allá de los recuentos estáticos hacia un mapa interactivo y dinámico de proyectos donde entidades chinas son financiadoras, constructoras, proveedoras de equipos o socias estratégicas.
Al cubrir no solo qué se está construyendo y dónde, sino también cómo se financia y en qué etapa de desarrollo está, ofrece una imagen dinámica y actualizada que los responsables de políticas, investigadores y comunidades pueden consultar en tiempo real.
El Proyecto China-Sur Global produjo un nuevo informe titulado “Energizando África: el papel expansivo de China en el futuro energético del continente” para acompañar el rastreador.
Este informe es un análisis complementario que no solo traza los contornos de la actual participación de China en el sector energético africano, sino que también explora lo que los datos revelan sobre tendencias regionales, patrones de financiación y las implicaciones más amplias para el desarrollo.
Los últimos resultados del rastreador son un recordatorio de por qué estas herramientas son importantes.
Entre 2020 y 2024, empresas y financiadores chinos han participado en 84 proyectos energéticos en todo el continente, con una capacidad combinada de más de 32 gigavatios, suficiente electricidad para iluminar más de 135 millones de hogares urbanos africanos, o más de 500 millones de hogares rurales, cada año.
Pero el valor del rastreador no reside solo en estas cifras destacadas. Reside en su capacidad para resaltar patrones, identificar lagunas y destacar valores atípicos, los puntos de partida esenciales para un discurso y una acción informados sobre el futuro energético de África.
Entonces, ¿qué nos dice exactamente el informe?
Patrones en el mapa energético
El desglose regional descrito en el informe ofrece una ventana a las prioridades de Pekín y de África:
- El sur de África alberga la mayor parte, con 35 proyectos que suman más de 16 gigavatios.
- Zambia destaca con 11 proyectos, mientras que Zimbabue le sigue de cerca con nueve.
- En África Occidental, la hidroenergía y el gas predominan, con los 6690 megavatios de Nigeria en seis proyectos reflejando su escala como la mayor economía del continente.
- África Oriental muestra una mezcla de hidroenergía y geotermia.
- África del Norte y Central presentan carteras más pequeñas pero estratégicamente seleccionadas.

De presas a paneles: una inclinación tecnológica
La hidroenergía sigue siendo el buque insignia de la participación china, representando más de 13 gigavatios de capacidad.
Las grandes presas son atractivas por su larga vida útil y capacidad para proporcionar energía de base, pero también conllevan pesadas huellas de seguridad energética, ambiental y social: reasentamientos, pérdida de hábitats y el riesgo siempre presente de sequías, que amenazan la seguridad energética.
La energía solar está creciendo rápidamente, con 30 proyectos que aportan más de 3 gigavatios. Esto refleja no solo la abundante radiación solar de África, sino también la caída de los costos tecnológicos y los plazos de construcción más rápidos.
La presencia de proyectos de energía eólica, geotérmica y undimotriz, aunque en menor número, indica experimentación y una disposición a adaptar tecnologías a las condiciones locales.
Financiación y huellas
Uno de los hallazgos más llamativos es que empresas chinas construyeron 79 de los 84 proyectos rastreados.
Incluso cuando los bancos de políticas chinos estaban ausentes, los contratistas chinos solían ser los constructores o proveedores de equipos preferidos.
La financiación, cuando es rastreable, muestra el papel dominante de CHEXIM, que apoya más de 20 proyectos.
Sin embargo, para casi la mitad de los proyectos, la estructura de financiación sigue siendo poco clara, un recordatorio de cuán fragmentada puede ser la información pública.
Esta opacidad importa. Sin términos claros, es difícil evaluar completamente la sostenibilidad de la deuda, la asequibilidad a largo plazo o la distribución de beneficios.
También limita la capacidad de aprender de los éxitos o de evitar repetir errores costosos.
Por qué la transparencia importa ahora
La advertencia más clara del informe es sobre las lagunas de información. Para 46 de los 84 proyectos, la modalidad de financiación es desconocida.
Muchos carecen de datos completos sobre plazos, desgloses de costos o términos contractuales.
Esto no es solo una inconveniencia académica: limita directamente la capacidad de los gobiernos africanos para planificar eficazmente, negociar futuros acuerdos desde una posición de fortaleza y asegurar que la infraestructura sirva a los intereses nacionales a largo plazo.
Sin una mayor divulgación, el ciclo se repite: los proyectos corren el riesgo de rendir por debajo de lo esperado, el mantenimiento se subfinancia y se pierden oportunidades para replicar éxitos.
La transparencia no se trata solo de rendición de cuentas; se trata de construir la capacidad institucional para gestionar infraestructuras complejas de manera que maximice beneficios y mitigue riesgos.
Como dice el proverbio akan de Ghana: “Si ves que la barba de tu vecino arde, busca agua para la tuya”.
Se supone que uno debe aprender de las experiencias y circunstancias de otros, pero sin visibilidad sobre cómo los proyectos tienen éxito o fracasan, los estados anfitriones se ven obligados a apagar los mismos incendios una y otra vez, desperdiciando tiempo, recursos y capital político en lecciones que podrían haber heredado.
Mirando hacia el futuro
A medida que África avanza hacia el acceso universal a la electricidad, los retos no podrían ser mayores. El compromiso chino seguirá siendo una fuerza importante, ya sea en presas de miles de millones de dólares o en granjas solares más pequeñas y descentralizadas.
Pero el valor último de estas inversiones dependerá de algo más que los megavatios entregados. Dependerá de los términos acordados, el conocimiento transferido, la huella ambiental dejada y la resiliencia de los sistemas construidos.
El Rastreador de Energía China-África y el informe que lo acompaña son pasos vitales en esa dirección.
Al mapear no solo dónde están los proyectos, sino cómo se financian, construyen y operan, proporcionan una base para un diálogo y una acción basados en evidencia.



