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El malabarismo de Brasil en los BRICS enfrenta una nueva prueba en Río

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (der.), saluda junto a su ministro de Relaciones Exteriores, Mauro Vieira, durante la primera reunión de delegados del BRICS en Brasilia el 26 de febrero de 2025. (Foto de Evaristo Sa / AFP)

La 17.ª cumbre de los BRICS comienza este fin de semana en Río de Janeiro, pero preservar el mantra original del grupo de no alineamiento se está convirtiendo en un desafío para Brasil, anfitrión de la cumbre.

Desde su regreso al poder, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha buscado mantener el delicado equilibrio de la política exterior brasileña entre Estados Unidos y China. Esto era más manejable durante la administración del expresidente de Estados Unidos Joe Biden, pero con Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, el camino por delante se ha vuelto más complejo.En los últimos años, Brasil ha caminado con cuidado por la cuerda floja. En 2024, se convirtió en el segundo miembro fundador de los BRICS (después de India) en declinar formalmente de participar en la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. Tras el regreso de Trump al cargo, Lula viajó a Japón y Vietnam, pero omitió notablemente a China.

Sin embargo, poco después, Lula decidió asistir a la Reunión Ministerial del Foro China-CELAC 2025, uno de solo tres presidentes en ejercicio en hacerlo.

La próxima cumbre de los BRICS pondrá a prueba una vez más los límites del malabarismo de Brasil.

Desde su establecimiento, los BRICS han servido como una plataforma para que sus miembros fundadores —China, Rusia, Brasil e India— se proyecten como líderes legítimos y voces del sur global.

Pero la rápida expansión del bloque en 2024 y 2025 —acogiendo a Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y los Emiratos Árabes Unidos en sus filas— ha generado preocupaciones en Brasilia. El temor: que los BRICS sean vistos como una organización centrada en China y no como una entidad orientada al sur global.

Brasil ciertamente lo ve así. Brasilia se opuso durante mucho tiempo a la expansión del grupo precisamente para evitar diluir su influencia y favorecer aún más el sesgo hacia China y Rusia. Con BRICS cada vez más percibido por algunos como antioccidental, Brasilia teme que continuar inclinándose en esa dirección podría poner en riesgo sus importantes lazos con Washington.

Las preocupaciones de Brasil no son infundadas. El liderazgo de China dentro de los BRICS es evidente por sí solo. Pekín tiene el PIB más grande del grupo y es el principal socio comercial de la mayoría de sus miembros, con inversiones significativas en las economías clave del bloque. La perspectiva de la Iniciativa de la Franja y la Ruta también se cierne en grande, aunque India y Brasil hayan rechazado expresamente unirse.

Los diplomáticos brasileños son agudamente conscientes de los riesgos. Ser arrastrados a la rivalidad de Pekín con Washington junto con todos los miembros de los BRICS podría socavar la independencia de la política exterior del país.

El cuerpo diplomático de Brasil, conocido como Itamaraty, está intentando mantener la línea: buscando contrarrestar la dominancia de Pekín dentro de los BRICS al mismo tiempo que expande alianzas fuera de él para no depender de ninguna superpotencia en particular.

La cumbre de este año refleja este objetivo. Como presidente rotatorio de los BRICS, Brasil puede aportar una contribución significativa a los temas de discusión, con la seguridad alimentaria, el desarrollo sostenible y la transición energética en lo más alto de la agenda.

El enfoque más amplio incluye la cooperación en salud global, comercio y finanzas, cambio climático, gobernanza de la Inteligencia Artificial, paz y seguridad, y reforma institucional. Estas son áreas en las que Brasil puede liderar desde dentro, sin parecer que sirve a la agenda de otra potencia.

La amenaza inminente de aranceles estadounidenses y el enfoque no convencional de la administración Trump hacia las relaciones internacionales ha obligado a Brasil a ser extra cuidadoso en la gestión de su relación con Washington, particularmente en temas relacionados con Pekín.

Desde la perspectiva de Pekín, esta cautela podría interpretarse también como inconsistencia o desequilibrio. En ese sentido, es imposible ignorar que, por primera vez desde que se convirtió en líder de China, Xi Jinping se ausentará de la cumbre de los BRICS.

Oficialmente, la ausencia se atribuye a un problema de programación: fuentes diplomáticas señalaron que Xi ya se había reunido con Lula dos veces en el último año, en la Cumbre del G20 de noviembre de 2024 y en el Foro China-CELAC de mayo de 2025.

Pero algunos analistas sugieren que la ausencia del presidente Xi en la cumbre indica el interés menguante de China en una cumbre que probablemente no produzca resultados alineados con sus prioridades.

En momentos de flujo geopolítico, el equilibrio es difícil de sostener. Brasil juega un papel crucial en las dinámicas regionales de América Latina y el Caribe. También está en una posición única para influir en la competencia estratégica entre Estados Unidos y China tanto a nivel regional como en el sur global más amplio.

El país tiene un apalancamiento inusual: China depende en gran medida de Brasil para su seguridad alimentaria, suministrando más del 25% de sus importaciones agrícolas y de ganado, incluidas soja y carne de res. China también mantiene posiciones significativas en las industrias de minerales críticos y vehículos eléctricos de Brasil.

Brasil aspira a emerger como una potencia media que pueda ayudar a moldear un equilibrio sostenible entre las dos potencias dominantes del mundo. Esa ambición requiere equilibrio, flexibilidad y, sobre todo, autonomía estratégica. Pero en el paisaje geopolítico polarizado de hoy, vale la pena preguntarse si ese acto de equilibrismo sigue siendo siquiera posible.

Alonso Illueca es investigador no residente para América Latina y el Caribe de CLA